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Zurbaran - El Arte de los Argentinos

Biografía

Breve cronología

1890 Nace en Buenos Aires el 20 de abril.

1906 Estudia en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, con los maestros Reinaldo Giudici y Ernesto De la Cárcova.

1910 Participa con una obra en el Salón Internacional del Centenario, pese a sus escasos 20 años.

1917 Finalmente realiza el tan esperado viaje a Europa, luego de que sus dos becas anteriores se vieran frustradas por falta de presupuesto o por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Recorre España, visitando sus importantes museos.

1919 Abre una Academia de Dibujo y Pintura en Mercedes (provincia de Buenos Aires) y otra en la Capital Federal.

1922 Viaja por primera vez a las sierras de Córdoba, incorporando a su temática el paisaje cordobés.

1936 Quiso el destino que la muerte lo sorprenda, el 21 de junio, un día que comenzaba el invierno…

1937 Se inaugura una gran exposición póstuma en la Galería Müller, organizada por una comisión de homenaje presidida por su discípulo predilecto, el actor y pintor Enrique Muiño.

Atilio Malinverno
Por Ignacio Gutiérrez Zaldívar

Es, en mi opinión, el más grande pintor de árboles del Arte de los Argentinos. Emilio Pettoruti, que no era en general muy generoso con los elogios, lo calificó también así: “Sus árboles y sus eucaliptos, hablan por él. Tronco y follaje cruzan sus telas en línea vertical para darnos el más completo de los autorretratos; el retrato interior, el de su alma. Porque Malinverno tenía un alma fuerte y bien templada: el alma de los eucaliptos.”

Malinverno fue contemporáneo y de la misma talla de Fernando Fader y Cesáreo Bernaldo de Quirós. Pero apegado por su temperamento a la meditación y la soledad se dedicó exclusivamente al paisaje y su obra aún no alcanzó una difusión acorde a su calidad.

Tenía una casita en Quilmes, y allí se retiraba a pintar en las horas que le dejaba libre su trabajo como inspector de escuelas, cargo que ocupaba desde 1930 y una agencia de publicidad, que le permitieron dar un buen pasar a su familia. Por esta razón, los críticos lo llamaban “el buen franciscano de la pintura”, haciendo referencia a su introspección y su soledad. Cuando viajó por primera vez a Córdoba, quedó deslumbrado por el paisaje serrano y a partir de entonces se incorporaron a su temática los valles serranos, los ranchos y capillas, los algarrobos y los álamos. Pero fue, ante todo, un pintor de Buenos Aires: los lagos de Palermo, las quintas de los alrededores porteños, y la costa del río que le brindó, en particular, innumerables motivos para sus cuadros.

Disfrutaba recreando las arboledas de sauces y eucaliptos, con sus follajes densos, en los que se filtra la luz del sol. Los críticos lo bautizaron “el pintor de los árboles”, un título más que merecido ya que nadie los pintó con tal variedad de matices, recreando la luz del sol en los follajes con pincelada suelta y materia rica. En especial el eucalipto era para Malinverno una síntesis perfecta de gracia y proporción. Con pincelada jugosa y una paleta rica en gamas de verdes, que se tornan cálidos a la luz del sol, pintó estos árboles, que protagonizan muchos de sus cuadros.

En su turismo pictórico buscando paisajes, durante los veranos, lo acompañaban su mujer y sus hijas Alicia y Nené, quienes muchos años después recordaban vívidamente la mano de su padre moviéndose grácil para formar, en pocos trazos, un árbol, el leit motiv de su pintura. Así en Córdoba, Tandil, Tres Arroyos…, realizaba del natural pequeños cartones y tablas y luego aquellos que le habían producido más interés los llevaba a telas de mayores dimensiones en su taller. Dijo Malinverno: “La naturaleza revela, a quien sabe mirarla y sentirla, un mundo deslumbrante…”, y recordaba con una sonrisa cuando un día pintando en la playa de Quilmes se avecinaba una tormenta que le otorgaba al cielo bellísimos efectos lumínicos y de color, que lo dejaron como hechizado, ensimismado, sin poder parar de pintar… “cuando de pronto un tremendo viento seguido de fuerte lluvia volteó el caballete, me desparramó pinturas, telas y pinceles, y yo, en mangas de camisa, permanecí aguantando la tormenta…” y salvando su trabajo entre sus brazos…

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